Vid y cerezo
Amada...
Tus huecos son inmensidades,
praderas de extendidos alerces
donde el temprano durazno
decide el destino del desangre en tu boca
Cae en tus labios de dulce fresno
llevando tus bordes al límite del rojo.
Cuando el viento entra
su revés de invierno
Impregna tus huesos y
al ardor de mis veranos desiertos
calman tus aceras de pierna.
Abre el ave su vuelo de ascenso
a la redonda cima de tus montes cerezos
Los cerros cobran vida en tus cúspides coronadas,
laureles triunfantes resuenan tus himnos
Y el carmesí,
reconocido hijo fruto de la vid
Lleva en la mano la bandera del cerezo y
las calles del fuego rondan tu frente.
Colaboración de Ricardo Álvarez
Argentina
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