De la pluma de aquel brillante
tinta corría sobre papel blanco,
con olor a melancolía
con huellas de desencanto.
Y plasmaba con letra cansada y triste
el dolor que le consumía
descubriendo que aquella tarde,
su amada partiría.
Sintiéndose impotente de no poder correr a buscarla
se estremecía cuando el frío acariciaba sus entrañas.
y escribiendo consiguió por un momento consuelo y comprensión,
descifrando en su lamento lo que sentía el corazón:
Son tus labios rosa del alma mía,
es tu piel el abrigo de las noches frías,
son tus caricias amor y ternura,
son tus miradas transparencias y lujuria.
No te marches amada de mí ser
que mis sentimientos pueden padecer,
y es que sabiéndote lejos de mi techo
me destruye, me desvanece, me entierra por completo.
y qué triste está desidia,
qué rabia el no poder correr detrás de ti,
qué impotencia que me ata a una silla
siento falta de fuerzas, no podré sobrevivir.
Por ello me aferro a esta carta que enviaré con el viento
con el olor de mi amor y con un cálido y profundo deseo,
esperando que cuando llegue
no se haya la tinta corrido con mis lágrimas,
esperando que cuando la leas
aún conserve el suspiro de mis esperanzas.
No me abandones amada mía,
no te lleves tu delicado y sutil cuerpo de diosa,
no me arranques el brillo de tus negros ojos
y la suavidad de tu cabellera frondosa.
Extraño tu sedoso rostro, tus húmedos labios rojos.
No me desprendas del sabroso amargo y meloso de tus besos,
no me niegues tus amores, tus cuidados, tu consuelo.
Sólo, desahuciado, aquí me siento
Sin embargo, quiero hacerte saber
Que aunque lejos lleves tu amor para arrancarte del pecho, el mío se irá contigo también.
Despertaré sabiéndote siempre mía,
Te esperaré como a la muerte espera la vejez.
Colaboración de Idana Beroska Rincón
Venezuela