Ahora que te he encontrado...
Escarbando en la roca te encontré, ¡oh, amada!. Te buscaba escribiendo sobre la roca. Y te encontré, al fin. Eres tú el objetivo en mi búsqueda, el fin de mi escribir, de mi escarbar. Sólo cuando te encontré supe lo que buscaba: belleza, amor, pasión, deseo. Antes de ello sabía que quería algo, que ansiaba algo. Y no sabía cómo encontrarlo. Y me puse a escribir sobre la roca, a escarbar en ella buscándote, creándote, dándote forma, dándote vida. No era muy consciente de que con cada letra, con cada palabra, con cada frase, con cada párrafo, con cada poema, con cada escarbadura te estaba creando, dando forma, dando vida, dando a luz.
Sólo cuando te encontré supe que te buscaba a ti, ¡oh amada!. Escarbando en la roca, escribiendo sobre ella descubrí la forma, la perfección, la belleza, el fin de mi anhelo último. Tú, amada, reblandecida, jugosa, tierna, diamantina, redonda. Nunca pensé, antes de iniciar mi búsqueda, ni antes de sentir la inquietud que me llevaría a ella y ella a escarbar sobre la roca... que pudiera existir en la roca algo tan distinto de la roca, algo tan bello, tan valioso, tan vivo. Nunca pensé que en algo tan feo, tan sin forma tan aleatorio, tan disperso, tan fijo, tan sucio pudiera hallarse algo tan formado, tan vivo: tú, amada, belleza misma, pasión misma.
Escarbando en la roca te encontré. Escribiendo sobre ella te hice. Así encontré la belleza en la roca (informe). Esa misma roca que devoran los océanos. Esa misma que los vientos comen. Esa misma arcilla sin forma que los vientos y los océanos se llevan milímetro al siglo, como en una mudanza eterna, como en una construcción sin fin. Y ahora puedo decir con seguridad que yo he sido, soy y seré ese océano y esos vientos. Y mi mano la pluma de los vientos y mi mano el agua de los mares. Con el fuego de mi espiritu he dado forma a la informe roca. Y así he encontrado la belleza, el motivo de mi pasión.
Escarbando en la roca te encontré, ¡oh, amada!. Y ahora que te he encontrado sé que siempre fuiste mía. Y ahora que te he encontrado eres también de la roca.
Mientras te buscaba, mientras no te tenía ante mí alumbrándome con tu belleza... sin saber con certeza que existías, te presentía con la fuerza de un latido invisible, insonoro, aunque capaz de despertar a un volcán.
Y ahora que te he encontrado eres también de la roca.
Sólo cuando te encontré supe que te buscaba a ti, ¡oh amada!. Escarbando en la roca, escribiendo sobre ella descubrí la forma, la perfección, la belleza, el fin de mi anhelo último. Tú, amada, reblandecida, jugosa, tierna, diamantina, redonda. Nunca pensé, antes de iniciar mi búsqueda, ni antes de sentir la inquietud que me llevaría a ella y ella a escarbar sobre la roca... que pudiera existir en la roca algo tan distinto de la roca, algo tan bello, tan valioso, tan vivo. Nunca pensé que en algo tan feo, tan sin forma tan aleatorio, tan disperso, tan fijo, tan sucio pudiera hallarse algo tan formado, tan vivo: tú, amada, belleza misma, pasión misma.
Escarbando en la roca te encontré. Escribiendo sobre ella te hice. Así encontré la belleza en la roca (informe). Esa misma roca que devoran los océanos. Esa misma que los vientos comen. Esa misma arcilla sin forma que los vientos y los océanos se llevan milímetro al siglo, como en una mudanza eterna, como en una construcción sin fin. Y ahora puedo decir con seguridad que yo he sido, soy y seré ese océano y esos vientos. Y mi mano la pluma de los vientos y mi mano el agua de los mares. Con el fuego de mi espiritu he dado forma a la informe roca. Y así he encontrado la belleza, el motivo de mi pasión.
Escarbando en la roca te encontré, ¡oh, amada!. Y ahora que te he encontrado sé que siempre fuiste mía. Y ahora que te he encontrado eres también de la roca.
Mientras te buscaba, mientras no te tenía ante mí alumbrándome con tu belleza... sin saber con certeza que existías, te presentía con la fuerza de un latido invisible, insonoro, aunque capaz de despertar a un volcán.
Y ahora que te he encontrado eres también de la roca.
A ese diamante que cada uno lleva dentro de sí mismo.
Colaboración de Carlos
España
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